sábado, 2 de abril de 2022

MI CENTRO DE LA DIANA Y “RUNAWAY BABY”.

 MI CENTRO DE LA DIANA Y “RUNAWAY BABY”.

 

La alarma volvía a sonar y una vez más, a ciegas y sin poder abrir los ojos, conseguí apagarla, o al menos silenciarla durante los diez próximos minutos, tal y como lo tenía preparado para holgazanear un ratito más en la cama.

La cabeza me iba a estallar. Un dolor punzante me había estado acompañando gran parte de la madrugada pero, aun así, el día prometía ser de los mejores de aquella semana. Como siempre empecé mi mañana con Bruno Mars y su ritmo alegre para empezar las mañanas. Ducha, café y desayuno, unos cuantos mimos a los bichos y camino al trabajo, momento oportuno para ponerse al día con los mensajes sin leer o ignorados de la tarde anterior. Todas las conversaciones sin ninguna importancia, charlas cotidianas y pasajeras, todas salvo la que aún quedaba sin abrir. Ese dichoso chat que todavía no quería asimilar que lo tenía delante, más por la tarde anterior y los hechos que me llevaron a tomar la decisión de no volver a “pinchar” en aquel nombre.

Cinco minutos con aquella persona hacía que la poca cordura que tengo se desvanezca por completo volviéndome cien por cien puro instinto incontrolable, mas estando a pocos centímetros de su cuerpo, con su olor impregnando mi olfato, su cuerpo distrayendo mis ojos de cualquier otra cosa de alrededor, mi centro de la diana.

            Antecedentes del día anterior…

Había sido una tarde de cervezas frías a pesar de las bajas temperaturas que el termómetro marcaba. Un tono inesperado me sacó de la conversación que teníamos las personas de la mesa. Un “Ya estoy” que hizo que me despidiera y me marchará del lugar. A solo diez minutos estaba mi perdición, mi loco terremoto emocional, pero a pesar de ello, allí estaba yo frente a ella. La conversación fue de lo más normal pero, conforme se acercaba la hora de marcharme, el efecto del alcohol y el calor de la habitación me hicieron perder los papeles. Me acompañaba a la puerta cuando mi cuerpo se giró hacia el suyo, dejándola encerrada entre la puerta y yo.

        No debes hacerlo. – me dijo antes de ser interrumpida.

No podía resistirme a besar su boca de nuevo, a sentir su lengua junto a la mía. Paró, perpleja por lo que acaba de pasar. Los dos rostros se quedaron a pocos centímetros del otro, sintiendo su aliento en mi cara volví a intentarlo, pero su cuerpo empujó al mío para poder librarse acto que me enloqueció más aun. Volví hacia ella, apresándola de ambas manos para evitar un nuevo empujón, con la otra mano conseguí sujetarla del cuello para impedir que volviera la cara, una de sus piernas estaba sujeta por las mías para evitar cualquier tipo de patada. Ahora si podía decir que era mía. Un poco más de acercamiento y presión. Un nuevo intento que no pudo esquivar y una respuesta que si se parecí a la que yo buscaba. Aflojé la mano del cuello, haciendo más presión en la que sujetaba las manos, pues no quería que escapará y visto que no parecía tener esa intención, los besos y mordiscos fueron a más, esta vez a la zona de la garganta que antes estaba inmovilizada. La pierna le rozaba en la zona más personal que pudiera haber y que en breves dejaría de serlo. Al forzar la pierna contra su cuerpo un gemido escapó de su boca, libre para decir cualquier cosa, como la orden de parar y la cual ignoré. Otro gemido, esta vez más agudo. Un gemido que terminó de desconectarme del mundo consciente y actuar de forma autómata. Deslicé mi mano por toda la delantera de su cuerpo, palpando sin detenimiento alguno sus pechos, sus caderas, su espalda… hasta llegar al borde del pantalón, la única parada que hice antes de volver a mirar sus ojos inyectados en deseo de continuar hasta el final y a la vez el deseo de no seguir con aquellas intenciones. Una vez más rechacé cualquier negativa de frenar el momento. No podía ni aunque mandara mil órdenes a mi cerebro para que obedeciera. Negué y continué deslizando la mano por el interior de su ropa. Sentí un espasmo de su cuerpo cuando mis dedos llegaron a su destino, sus manos intentando zafarse de la mía, su cabeza echada hacia atrás, su voz gimiendo sin poder articular palabra alguna. Unos minutos hasta que volvimos a coincidir las miradas y un último empujón de mis dedos hacia su interior hicieron que los gemidos se volvieran gritos mudos provocados por el orgasmo que andaba buscando y que había conseguido para mí. Solo retiré la mano del pantalón cuando por fin noté que aquel orgasmo no había sido fingido. En ningún momento nuestros ojos se apartaron de los otros. Cuando sentí que su cuerpo se relajaba fue cuando solté la mano que sujetaba sus antebrazos. Tuve que reaccionar deprisa para evitar que se cayera. La acompañé hasta la silla más próxima, viendo como metía la cabeza entre las piernas para que la sangre le volviera a ella. Dejé un vaso de agua junto ella antes de arrodillarme a su altura y sentir como echaba la cabeza hacia atrás y volvía su rostro hacia el mío, casi sin tiempo para poder disfrutar de ella un poco más. Dejé que los labios volvieran a encontrarse un par de veces más, al menos hasta que la alarma de aviso me advertía que era hora de volver al mundo real.

El resto del día fue con normalidad, ignorando sus mensajes por no volver a pecar en ese estado de instinto animal.

Volviendo al presente…

La mañana había transcurrido sin problema alguno, sin tentación alguna de acudir al móvil para saber de ella, pero estas se iban esfumando conforme se acercaba la hora de salir. Cumplí con su pedido de drogas que la tarde anterior me había pedido, por lo que tuve que acceder al chat para concretar la hora para vernos. No tardó en responder. Aún seguía en el hotel y tenía que terminar de recoger para volverse a su ciudad. Aquella tarde mi cabeza estaba normal, nada de alcohol o drogas que me hicieran perder la cabeza como la tarde anterior. Cedí a volver a aquella habitación.

Al llegar a la recepción, la chica que había tras el mostrador me dio la llave de la habitación 103, con el mensaje de dársela a la persona que preguntara por ella pues la huésped había perdido la primera llave que suelen dar. Siguiendo sus indicaciones, a pesar de ya saberme el recorrido hasta la habitación, llegué hasta la puerta de la 103. Golpeé tres veces antes de entrar. Sin respuesta, solo la música sonando a un volumen bastante alto para tratarse de una habitación de hotel. Abrí la puerta a la vez que “Runaway baby” de Bruno Mars llegaba a la parte del estribillo. Cuando cerré la puerta vi que la cama estaba con la ropa colocada, preparada para ser usada en breves. Escuché que el grifo de la ducha se encendía a los pocos segundos de haber entrado y que un cuerpo desnudo caminaba hacia el baño desde la silla donde la tarde anterior le servía de apoyo para no caer mareada. Quedé en blanco, sin saber cómo reaccionar ante aquella tentativa o más bien acto provocativo. Escuché como cerraba la puerta y ponía el pestillo para impedirme pasar. Me senté en la cama con su cuerpo desnudo dando vueltas en la cabeza. Cogí de mi bolsillo la droga que traía para ella y comencé a prepararla y a empezar con ella. Poco después salió envuelta en la típica toalla blanca y suave. Se acercó hacia mi, únicamente para quitarme lo que estaba fumando y quedárselo para ella, terminó de vestirse mientras yo le daba la espalda para no volver a perder la cabeza. Se sentó a mi lado. El siguiente lo fumamos entre las dos, escuchando la misma canción una y otra vez. Así estuvimos cerca de una hora, sin apenas decir nada, escuchando música y fumando casi sin parar. Acto seguido a la última calada me agarró la cara con ambas manos y la mayor suavidad que pudiera existir. Acercó sus labios a los míos y expulsó el humo que encerraba. Inconscientemente, cerré los ojos e inhalé el mismo humo que me daba a compartir. Nos volvimos a besar, esta vez de forma más tranquila. Se sentó sobre mí, impidiendo que me moviera y pensamiento que no dejaba aparecer por mi mente. Sus labios no tenían intención de parar. Siguieron desde la boca al cuello. Sus manos hacían presión sobre mis hombros para hacerme tumbar en la cama. La perdí de vista, solo observaba el techo de la habitación, inmóvil por el peso de ella sobre mis piernas. Noté como mi pantalón se aflojaba y su mano seguía el mismo recorrido que la mía la tarde anterior. No me moví. No quería asustarla y que diera por terminada la visita. Sin terminar de caer del todo, la ropa descendió hasta donde ella estimó oportuno. Sus manos estaban entretenidas, pero el tacto de su lengua me hizo casi alcanzar el éxtasis en el mismo momento. Se entretuvo en hacerme disfrutar lo justo hasta dejarme con el orgasmo asomando y listo para salir de mi cuerpo. Paró, sabiendo que no me gustaría aquello. Volvió a ascender hasta coincidir cara a cara. Sin esperarlo, noté como uno de sus dedos entraba dentro de mí y simultáneamente, las dos, terminábamos de gozar de aquel momento.

Después de aquellos dos momentos, la despedida fue asquerosa. Ninguna queríamos acabar de aquella forma, pero la vuelta al trabajo y el viaje de vuelta eran cosas que no podíamos cancelar.

Aun así, aquel chat sigue en blanco, esperando que alguna de las dos partes de la conversación escriba las primeras palabras y pulse enviar, con “Runaway baby” como banda sonora de una conversación sin principio ni fin.

viernes, 1 de mayo de 2020

PRÓLOGO. (borrador)


Cada vez que la veo es algo especial, algo se mueve dentro de mi cuerpo, aunque no sé cómo definirlo porque no tengo ni idea de lo que es esto. Pero bueno, el caso en si trata de ella, que cada vez que la veo me invade un nerviosismo y tan grande que hace que sonría como una estúpida, y lo peor que cuando me doy cuenta ya es tarde, ya no puedo remediar la cara de imbécil que tengo que tener cuando se gira y me mira. Tiene que ser horrorosa y claro está, que por ello, me quiero morir, ¡qué vergüenza, por Dios!

Perdonad mi mala educación, siempre me cuesta empezar con las presentaciones. Me llamo Sofía, o Sofi como me llaman algunas de mis amistades. Aunque me considero como una ciudadana del mundo, pues es donde realmente nací y no en Marte o en Venus, que menos mal porque odio el calor, tengo que admitir que ser española y “culiparda” no está del todo mal. Es una ciudad pequeña, o un pueblo bastante grande, pero que no se diga muy alto que suele ofender que se le denomine como tal. Lo dicho, es una ciudad pequeña en la que puedes encontrar de todo, turistas, gran número de bares y restaurantes donde pasar las largas tardes de verano y las fresquitas noches del mismo; tiene sus zonas verdes, y no solo los parques y jardines, también el largo y antiguo camino del tren convertido ahora en una vía para deportistas amantes del aire libre. Os menciono también sus fiestas, algunas con más sentido que otras, pero todas celebradas a lo grande, y que paro ya porque al final me enrollo y no acabo; para más información no dudéis en visitar la página web de su oficina de turismo, que está fenomenal.

Mi oficio es atender la sección masculina de ropa de una de las tiendas más juveniles de la ciudad. No es un mal trabajo, gano lo justo para pagar las facturas, alimentar a mi gato Gordo; juro por Dios que se tiene más que merecido ese nombre, el muy cabrón no para de comer y está como una puta bola. Es un pisito cómodo para una persona, y dos cuando viene mi novio. Él se llama Javier, aunque así solo le llama su madre y yo cuando no puedo más con él. Es más conocido como Javi o Jota, entenderéis porqué. Aunque llevamos tiempo juntos, estamos en una racha algo complicada, cada vez para menos en mi piso, algo que agradezco, y cada vez habla menos conmigo, creo que está cansado de mí o con la otra se lo pasa mejor, no tengo ni idea de sus motivos, pero bueno… él sabrá qué es lo que quiere.

Creo que como presentación está bastante bien, algo extendida, pero supongo que como lectores os gustará conocer a los personajes y estad tranquilos, que en mi historia todos somos personajes principales, hasta Gordo tiene su papel bien trabajado.
Y sin más dilación… pasaré a contaros una de mis muchas historias, la de ella.

miércoles, 25 de marzo de 2020

RESEÑA: ¡A la mierda el príncipe azul! Yo quiero un lobo que me coma mejor.








AUTOR: Anabel García.
EDITORIAL: Esencia (Edición digital.)
Nº. PÁGINAS: 290.
GÉNERO: Comedia romántico-erótica.











SIPNOSIS LIBRO:

¿Tú también creciste soñando con los cuentos de hadas y los finales felices de Chupicursilandia? ¡Pues yo tampoco!

Me llamo Ágata Cristi, pues el día en que nací mi padre se tomó un par de... aguas con misterio. Dicen que tengo un genio que si ardo no me apaga ni un parque de bomberos entero. Cuanto me ha sucedido en la vida ha conseguido que odie el amor y todo lo que lo rodea, por eso me convertí en escritora de thrillers sangrientos. Mi lema: «El amor te hace débil».

En la actualidad trabajo en una editorial en la que mi mayor rival es un fantasma; sí, sí, un fantasma de manera literal, pero no precisamente de los del más allá. Éste, por desgracia, está muy acá, aunque nadie sabe de quién se trata en realidad, sólo que se hace llamar Eygon Black y que le fascina dar vida a mujeres frágiles y desvalidas necesitadas de caballeros que las salven. Su lema: «El amor te hace más fuerte».

Lo peor es que dicho majadero se ha propuesto hacerme caer en sus infames redes tejidas con corazones, ¡pero lo lleva claro!, porque yo paso de príncipes que te prometen la luna; lo que yo quiero es un lobo que me haga ver las estrellas.

Si te gustan Puticienta y el Cabrón del Príncipe, no te puedes perder esta novela; pero si, por el contrario, eres más de la versión cuqui, déjalo, no la leas, que el tiempo no nos sobra a ninguno.

OPINIÓN PERSONAL:

Solo tengo una expresión para describir esta última lectura: ¡GUAAAAAUUUUUUU!

Comenzando por la escritura, quiero recomendar y más que eso; aconsejar esta obra. Sencilla y atractiva, bastante fácil de entender y limpia, sin enredos de esos en los que el lector se acaba perdiendo y volviendo a releer las líneas para comprender el mensaje. Es de lectura rápida, pero no sé si ha sido rápida por mi amor a la lectura o por su historia, y me decanto más por la segunda, el gran trabajo de Anabel García en esta majestuosa obra es increíblemente increíble.

Además de su fácil y divertida lectura, es impresionante el gran detalle que muestra, tanto de personas, como de los paisajes y escenarios. Es muy difícil no imaginarse los diferentes paraísos que se describen y no tener a los personajes dibujados dentro de la cabeza del lector. Su estilo cómico hace que no se trate de una lectura aburrida, además añade un poco de suspense con el que consigue que el lector quiera saber que será lo siguiente que ocurra en las páginas posteriores y sin faltar la pasión, el amor y el sentido erótico que brindan a estas páginas de bastante atracción, tanto a hacia ellas como a los personajes.

A nivel personal, repito, es una lectura totalmente recomendable para los amantes de la lectura, ya sean fanáticos de un género o de otro, pues como dice Miss Violet, protagonista de la historia, “… no debemos pertenecer tampoco a un género literario ni etiquetarnos por ello”.

Para mí es una escritora nueva, recién descubierta y que da bastante fuerza al personaje femenino, algo que en este tiempo es más que importante que no se vea siempre a la mujer como débil, sino empoderada, fuerte y valiente (tal como somos, por cierto).

Es la primera obra que leo de ella, y aseguro que no será la última, pues por su forma de expresar cada detalle, cada conversación entre personajes, cada escena de pasión, por hacerme reír como una niña con esta pareja inmejorable, y por hacerme sentir reflejo de su protagonista, quiero acabar diciendo que es una obra que me acabó enamorando.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Las dos y él.


Tenerla cerca, para él, era poder recordarla, sentirla cerca como antaño, cuando eran las dos y él. La volvía a sentir como hacía tiempo que dejó de hacerlo, sus manos, su rostro, su perfume… todo estaba de nuevo presente ante él.

Luego estaba la número dos, la amiga inseparable, también atractiva, con su toque extranjero que la hacía especial para él, la que fue su apoyo cuando ella se marchó con un billete de ida y una vuelta sin fecha, la que prefirió el amor de una amistad antes que el de él, abandonándolo con la vuelta de ella tras seis meses sin saber de su existencia.

La número dos, la que había removido toda su mente al volver a aparecer aquella tarde, con una llamada  a su teléfono, ignorada por no saber cómo afrontar la conversación, la cual se desarrolló a través de mensajes con los que él se siente a gusto, pues no tiene que expresar la emoción de añoranza hacia esa persona,  el sentimiento de rabia por haberle dejado, la ira por permitir que ella se largara para siempre. Al final cedió, y el encuentro con la número dos se realizó. Solo sería un desayuno, nada más que comer algo ligero y hablar. Ambos sabían cuál sería el tema principal, siempre después de saber sobre sus vidas después de siete años de desconexión entre los dos. Y al final surgió ella, siempre salía ella en cada momento, en cada conversación, como algo imposible de ignorar, pues ella los había presentado, por ella se habían conocido íntimamente y por ella dejaron de mantener el contacto.

Las horas pasaban y la conversación no terminaba, en contra del tiempo, él temía acabar el tiempo sin dar fin a la conversación, lo que daría lugar a una segunda cita de reencuentro en la que el tiempo ya no sería de importancia, pues no tendría valor alguno para ellos. Lo temido sucedió y el tiempo dejó una conversación a medio acabar, provocando un despertar de nerviosismo en él, intuyendo el final de la conversación.

De nuevo el tiempo pasó, y la número dos esperó en su hotel hasta la aparición de él. El tiempo pasó y  la conversación se retomó donde aquella mañana se había interrumpido, pero ahora, ella lo sabía y él lo anticipó en sus pensamientos, sobraba todo el tiempo que abarcaba la noche y las primeras horas de la mañana, cuando en pocos minutos la conversación sobre ella daba a su fin. Tras ella, su mejor amiga y el amor de él, la conversación se derivó a miradas, nervios, consuelos y recuerdos entre ambos, añoranzas por las dos partes hacia la otra persona, risas y reproches de porqués.

Ahora era el turno de saber por qué se había acabado su historia, cómo se habían desentendido el uno del otro. La número dos contó su historia, la misma que sospechaba él, de oídas de terceras personas, comunes y lejanas a ambos, pero con rumores tan ciertos como creíbles. Con ello, volvió a derrumbarse, a caer en un pozo oscuro lleno de tristeza y soledad, y de nuevo, allí estaba, la mejor amiga de ella, la número dos, en quién se apoyó y de quien se enamoró la primera vez que así se sintió. Como la primera vez, ella se acercó y él se dejó envolver entre sus brazos para recibir el consuelo que necesitaba. Volvieron a sentirse como hace años, los dos solos, sin nadie más alrededor que pudiera juzgarlos, y como en su primer encuentro, volvió a ocurrir. Tras un abrazo lleno de sensaciones y sentimientos, de miradas de deseo y añoranza, volvieron a juntar sus labios. La primera vez fue durante unos segundos, para saber las posibles consecuencias de aquello, lo que les llevó a una segunda, esta vez más larga, pasional y temida. Ambos cuerpos se desnudaron, una vez más, frente al otro. Sus dos mentes volvieron a encontrarse, a sentirse como hace años, permitiéndoles viajar hacia atrás en el tiempo para revivir su amor, la pasión entre ambos, su reencuentro.

Aun tumbados en la cama, la mañana se comenzaba a despertar ante ellos, de la misma forma que los rayos del sol se habían despedido de ellos, ahora volvían para despertarlos, al menos a ella, a la número dos, que aún seguía dormida con su brazo rodeando el cuerpo de él quien apenas había dormido durante la noche, analizando lo ocurrido y el mal que había hecho esa noche, pues ahora tenía un nuevo mal sentimiento dentro de él, pues había engañado a su actual pareja, en quién confiaba y a quién había traicionado por unos recuerdos del pasado.

La mañana continuó con él saliendo de aquella habitación de hotel sin despedirse de ella, la número dos.

lunes, 16 de septiembre de 2019

Reseña: El día que se perdió la cordura.







AUTOR: Javier Castillo.
EDITORIAL: DEBOLS!LLO
Nº. PÁGINAS: 449.
GÉNERO: Thriller.









SIPNOSIS LIBRO:

Centro de Boston, 24 de diciembre. Un hombre camina desnudo con la cabeza decapitada de una joven. El doctor Jenckins, director del centro psiquiátrico de la ciudad, y Stella Hyden, agente de perfiles del FBI, se adentrarán en una investigación que pondrá e juego sus vidas, su concepción de la cordura, y que los llevará hasta unos sucesos fortuitos ocurridos en la misteriosa localidad de Salt Lake diecisiete años atrás.

OPINIÓN PERSONAL:

Diferente a cualquier otra historia que haya podido leer. La forma que tiene Javier Castillo de narrar unos hechos desde diferentes puntos de vista, narrador y personajes, es única. Una historia narrada desde diferentes puntos temporales, una narración que se basa en unos hechos ocurridos en 1969 y que en 2013 vuelven a tenerse presentes.
Su autor consigue que se trate de una lectura sencilla, a pesar de los saltos que da en la línea del tiempo, consiguiendo que a pesar de estos saltos el lector consiga no salirse de la historia y llevar ambas partes temporales de forma paralela, algo que a la hora de relatar veo algo demasiado complicado y que con gusto nos ha regalado.

Durante su desarrollo, Javier consigue que al lector le cueste separarse de los personajes, de la historia, logrando que cada vez estés más adentrado en el libro, preguntándote qué es lo que pasó y pasará. Respecto a los personajes, hace que te apasiones, que sientas lo que unos sientes cuando le cuentan la historia, otros te hacen sentir mal cuando se arrepienten de sus actos… En fin, consigue que el lector empatice con todos ellos, sin revelar nada por adelantado de lo que ocurrirá con ellos. Algo bueno, o malo para algunos quizá, que a mí me ha encantado es dejar con el suspense al lector al final de los capítulos, algo que a mí me ha hecho no parar de leer.

Una novela más que recomendada para los lectores que les apasione el misterio y la intriga. Es un trabajo excelentísimo como cuenta unos hechos ocurridos en el pasado durante el desarrollo de las presentes navidades y como consigue que conectes con los personajes de forma abrumadora. Otra genialidad, su manera de hacernos ver los sentimientos de cada personaje, el amor, la venganza, el dolor… sentimientos primarios en todas las personas y que los personajes de la historia nos transmiten de forma tan real.

Para acabar, quiero agradecer a Javier Castillo el haber compartido esta gran obra, con un público tan difícil y que, a mí, ha conseguido engancharme de tal modo que esperaré impaciente a que me llegue la segunda parte.

Un agradecimiento por haberme brindado la ocasión de conocer a Jacob, sin duda el personaje que más me gustó y enganchó desde el principio. El amor que siente, su dolor, la contención que muestra… un personaje que me ha llegado hasta los más hondo y que más de una persona querría en su vida.